lunes, 19 de marzo de 2007

¿En qué ha cambiado la vida de las chilenas con una Presidenta?

Existe una "huasita" ignorada, que no influye en la política contingente, y por quien siento amplia simpatía ya que vive detrás del tercer o cuarto cordón de cerros en alguna localidad del norte o del sur. Ella, diariamente va a comprar pan y en la boleta que recibe está su contribución para que los capitalinos tengamos TV "de primera" y amplia cobertura de los renovados problemas que tenemos día a día. Es obvio que para ella las cosas siguen igual, inmutables en la pobreza y la desesperanza.
En otro extremo está la habitante de las comunas periféricas de Santiago, la que en la mañana ve partir a sus hijos e hijas sin saber si llegarán a tiempo a clases o a trabajar, antes de partir ella misma a su trabajo en medio de crecientes sobresaltos; sin saber si su compañero llegará de vuelta o perecerá en un derrumbe (poco importa aquí si es machista o no) mientras siente que la vida en la vía pública se está poniendo más difícil...
Hay un tercer extremo, el de la señora del barrio alto que sale de su casa algo más tarde y que ahora se ve contrariada porque la empleada y el jardinero llegan todos los días atrasados, sabiendo que más encima tendrá serios problemas para circular en su auto o camioneta por culpa de las vías segregadas (que ocasionan más y más segregación...)
¡Qué pena es que a nuestra primera Presidenta le haya correspondido presenciar estas realidades tan contrapuestas y que dan cuenta de una carga muy muy muy pesada que le ha tocado recibir!
En resumen, lo que no ha cambiado ha sido para mal, y lo que ha cambiado también ha sido para mal.

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